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Bouthaina Shaaban: “El “Fujian” y las nuevas reglas” ?


Por Bouthaina Shaaban

China ha anunciado que su último portaaviones, conocido como “Fujian”, está listo para realizar ejercicios de entrenamiento con varios sistemas nuevos instalados a bordo. Uno de estos sistemas es la “catapulta electromagnética”, que sólo se ha utilizado en Estados Unidos. 

El Fujian, considerado el tercer portaaviones chino y el más potente de todos ellos, operará dentro del radio de acción de la Séptima Flota estadounidense en el Mar de China Meridional, donde se encuentra el portaaviones estadounidense USS Ronald Reagan. En su respuesta a las capacidades atribuidas al portaaviones chino, Washington acusó a Pekín de robar tecnología militar e incorporarla a su portaaviones. Sin embargo, Pekín considera que se trata de una competencia no sujeta a las leyes de propiedad intelectual. 

En medio de este nuevo logro chino, en un mundo en el que todas las partes buscan establecer nuevos fundamentos para sus posiciones y para las relaciones interestatales, la cuestión de los derechos de propiedad intelectual emerge como uno de los temas que merece una cuidadosa consideración. Es necesario cuestionar sus orígenes y las implicaciones de la adhesión a los mismos, especialmente para las potencias emergentes, teniendo en cuenta que se trata de una cuestión que incluye muchos sistemas, leyes, herramientas y métodos diseñados por un puñado de partes interesadas. Estos sistemas se exportan después a países y pueblos de todo el mundo, con un énfasis explícito o implícito en su cumplimiento como condición fundamental para evaluar el nivel de civilización, democracia y ética del interesado.

Occidente, cuyos museos más importantes están llenos de exposiciones que contienen importantes y renombrados artefactos arqueológicos saqueados de nuestros países, que controlaron por la fuerza mediante las armas, los ejércitos y las guerras, ha exportado a todos nuestros países leyes de propiedad intelectual que exigen abstenerse de beneficiarse de cualquier logro, invento o incluso idea a menos que se pague un precio exorbitante, principalmente a quienes los poseen.

En términos generales, Occidente es el beneficiario de esta ley, porque la mayoría de los países de Asia, África y quizá Sudamérica aún no se han dado cuenta de la importancia de registrar la propiedad intelectual de sus productos tangibles o intangibles. Incluso aquellos que empezaron a prestar atención a la propiedad intelectual, se enfrentan a importantes dificultades porque los procedimientos y requisitos para este registro se han diseñado de forma que sirvan a los intereses occidentales y no a los intereses de los países aspirantes que pretenden alcanzar mayores niveles de logros en este campo.

Lo que se aplica a la propiedad intelectual también se aplica a una importante gama de ideas y formas de vida cuyos conceptos y condiciones han sido establecidos por Occidente, que se convirtió en el único juez de su actuación y comportamiento.

Pensando en un concepto tan simple como la dedicación y el compromiso con el trabajo, nos encontramos con que Occidente lo ha elevado a un nivel de santidad, haciendo hincapié en la devoción a largas jornadas laborales a expensas de la familia, la salud y la comunidad. Sin embargo, no reúne las condiciones mínimas que permitan a las mujeres o a los hombres dedicarse plenamente a su trabajo y a su profesión de la manera deseada.

En las instituciones occidentales se compite intensamente por demostrar lealtad y distinción, aunque sea a costa de la salud, la familia, los hijos y los padres. Todo el mundo está inmerso en una carrera por demostrar su valía sin pararse a preguntarse: “¿Dónde está mi derecho a la asistencia sanitaria, a guarderías, a jardines de infancia y guarderías asequibles para mis hijos, y a escuelas y universidades a bajo coste a cambio de mi dedicación al trabajo?”. Aunque la dedicación al trabajo y el rendimiento óptimo son deseados e importantes, deben formar parte de una cesta global que tenga en cuenta la calidad de vida de una persona, su felicidad y su capacidad para equilibrar su tiempo en las distintas etapas de la vida.

En un momento en que el mundo se está remodelando sobre la base de nuevos fundamentos y exigencias, es nuestro deber como pueblos afectados por los juicios, normas y reglas impuestos por Occidente y etiquetados como “internacionales” reflexionar profundamente sobre ellos, separar la paja del trigo, decidir lo que nos conviene y nos sirve, teniendo en cuenta el momento actual en que vivimos, así como nuestra historia, geografía, cultura y patrimonio. Sólo debemos adherirnos a lo que se ajusta a nuestros intereses y a nuestro futuro, sin dejarnos deslumbrar por las evaluaciones occidentales ni dejarnos influir por el estatus que ellos asignan a esas normas, que puede diferir fundamentalmente del que nosotros decidamos asignarles.

A este respecto, me llamó la atención un artículo de la ministra alemana de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock, publicado en The Guardian el 6/7/2023, titulado “La guerra de Rusia contra Ucrania ha obligado a Alemania a replantearse su papel en el mundo”. En el artículo, Baerbock reconoce que Alemania aprovechó la oportunidad que le brindaba la guerra de Ucrania para romper con su reticencia al armamento y a la participación en guerras, una postura influida por las secuelas de la Segunda Guerra Mundial, y también para mejorar sus capacidades militares mediante un paquete de gasto sin precedentes de 100.000 millones de euros. Según ella, “si queremos que nuestras normas compartidas (es decir, las normas occidentales) rijan nuestro mundo en el futuro, debemos demostrar su valor y aportar soluciones que sirvan a las necesidades de nuestros socios. Si no lo conseguimos, intervendrán otros que no comparten nuestros valores”. Además, subraya que “la guerra en Ucrania ha abierto un nuevo capítulo para que Occidente refuerce su liderazgo”.

De hecho, la guerra en curso en Ucrania y sus implicaciones internacionales no tienen que ver únicamente con el futuro de la propia Ucrania. Gira en torno al liderazgo mundial y al destino de los sistemas, normas y valores que Occidente se esfuerza por imponer al mundo del futuro. Mientras tanto, Rusia, China, India y los países BRICS están liderando serios intentos de imponer nuevos valores y enfoques independientes que sirvan óptimamente a los intereses de estas naciones y de los países en desarrollo, lejos de la insistencia de Occidente en cambiar de marca y exportar su dominio con nuevos ropajes, pero con los mismos efectos desastrosos que pueblos y naciones han sufrido durante siglos.

Esta ventana histórica abre un tiempo libre y precioso para que todos los pueblos y países del mundo reconsideren todas las normas que les han sido impuestas, las estudien desde una perspectiva de puro interés propio y seleccionen lo que les conviene y descarten lo que no, sin disculparse ante nadie y sin intentar apaciguar a nadie.

Esta ventana histórica abre un tiempo libre y precioso para que todos los pueblos y países del mundo reconsideren todas las normas que les han sido impuestas, las estudien desde una perspectiva de puro interés propio y seleccionen lo que les conviene y descarten lo que no, sin disculparse ante nadie y sin intentar apaciguar a nadie. Es un tiempo que beneficia a los sinceros en su honestidad, a los diligentes en su trabajo y a los decididos en sus esfuerzos por alcanzar sus propios intereses y su dignidad junto a sus verdaderos y firmes compañeros. Es el momento de hacer caso omiso de las evaluaciones y los certificados de buena conducta emitidos por Occidente, ya que en el pasado, el presente y el futuro están diseñados únicamente para servir a los intereses occidentales, sin ninguna consideración por los intereses, la dignidad y el orgullo de otros pueblos de todo el mundo.

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