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Daniel Seixo: “El «Che», un hombre nuevo” ?


Por Daniel Seixo (Tamén dispoñíbel en galego ao final)

«Porque Che reunía, en su extraordinaria personalidad, virtudes que rara vez aparecen juntas. El descolló como hombre de acción insuperable, pero Che no solo era un hombre de acción insuperable: Che era un hombre de pensamiento profundo, de inteligencia visionaria, un hombre de profunda cultura. Es decir que reunía en su persona al hombre de ideas y al hombre de acción».

Che se ha convertido en un modelo de hombre no solo para nuestro pueblo, sino para cualquier pueblo de América Latina. Che llevó a su más alta expresión el estoicismo revolucionario, el espíritu de sacrificio revolucionario, la combatividad del revolucionario, el espíritu de trabajo del revolucionario, y Che llevó las ideas del marxismo-leninismo a su expresión más fresca, más pura, más revolucionaria. ¡Ningún hombre como él en estos tiempos ha llevado a su nivel más alto el espíritu internacionalista proletario!

Fidel Castro

«Sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del revolucionario.«

«El aspecto fundamental en el cual la juventud debe señalar el camino es precisamente en el aspecto de ser vanguardia en cada uno de los trabajos que le compete.«

Ernesto Guevara

Incluso los grandes revolucionarios tienen un origen, una familia, un contexto social y una infancia. Obviamente, en este aspecto, Ernesto Guevara de la Serna no supone excepción alguna. Nacido el 6 de junio de 1928, el Che es hijo de Ernesto Guevara Lynch y Celia de la Serna. Su padre, Ernesto Guevara, formaba parte de una acomodada familia sudamericana con ascendencia en la nobleza europea, mientras que la familia materna gozaba de reminiscencias entre terratenientes y figuras políticas y militares destacadas. Poco a poco, esos títulos y riquezas habían ido desapareciendo con el paso de las generaciones, dejando a la familia del que sería revolucionario cubano en una situación acomodada pero lejana de los lujos y la cercanía a la influencia social de antaño.

En la época en que Ernesto padre y Celia se conocieron, el linaje ya no equivalía a fortuna, siendo el padre del Che un joven dinámico y emprendedor, pero sin duda alejado del poder político y económico real. Sin demasiado interés por los negocios familiares y tras haber conseguido un título como maestro mayor de obras que complementaría con posteriores estudios, Ernesto Guevara Lynch inicia una relación con Celia de la Serna, una joven llena de inquietudes sociales con la que terminaría casándose y teniendo al pequeño Ernesto. El Che nacería en Rosario, siendo el primero de cinco hermanos.

El padre del Che se dedicaba durante aquellos años a la construcción, pero debido a la inestabilidad política y la crisis comercial en la ciudad, finalmente, la familia decide emprender un negocio destinado a desarrollar una plantación de yerba mate, considerada en aquella década un auténtico «oro verde». Tras comprar una extensión de terreno, Celia y Ernesto prueban suerte como yerbateros. Su vida transcurre entonces entre la plantación de Caraguatay y Buenos Aires, lo que terminará determinando la vida del futuro guerrillero. Con tres años recién cumplidos, sufre una grave crisis asmática que derivará en el diagnóstico definitivo de la enfermedad que lo acompañará, con diversos episodios agudos, durante gran parte de su vida. Los padres de Ernesto comprueban cómo los ataques dejan al joven sin apenas ánimo y tumbado en la cama. Finalmente, tras varias consultas médicas, se achaca a las condiciones climáticas el empeoramiento de la salud del joven. Por lo que la familia decide trasladarse a un pueblo de la montaña de Altagracia en busca de mejores condiciones climáticas que favorezcan la salud de su hijo.

Durante estos años en los que la enfermedad impide al joven Ernesto desarrollar una infancia activa y normal, el futuro dirigente revolucionario descubre su pasión por el ajedrez y un amor por la lectura que lo acompañará durante toda su vida. Son numerosos los testimonios que nos dibujan al Che enfrascado en largas jornadas de lectura y formación, incluso en los escasos respiros de las jornadas en la sierra cubana o encarando partidas simultáneas de ajedrez con sus compañeros en los breves descansos durante la preparación de sus expediciones internacionalistas.

Cuentan algunos de los que se enfrentaron al dirigente cubano sobre el tablero de ajedrez que detectaba fácilmente cualquier intento de tomar injusta ventaja por parte de sus compañeros. Aquellos jugadores que hacían estas pequeñas trampas con el objetivo precisamente de poner a prueba su memoria, se sorprendían con su capacidad para memorizar de forma simultánea la situación de diversos escenarios en contienda. Es quizás durante aquellas jornadas de quietud, motivadas por su enfermedad, que el que sería comandante de la revolución cubana logra cultivar su faceta intelectual y su curiosidad por el mundo a través de los libros, pero también pronto el joven Ernesto, ya con diez años cumplidos, comienza a trepar a la sierra para poner a prueba sus músculos o a jugar al fútbol con sus amigos.

De su primera etapa de escolarización se destaca en Ernesto su fluida lectura, su capacidad para comprender las lecciones y especialmente su tozudez y su capacidad para convertirse en el líder de la pandilla de amigos. Julio Verne, Cervantes, Emilio Salgari y diversos filósofos comienzan a compartir espacio con las excursiones a la sierra, las peleas con pandillas rivales y la progresiva entrada a la adolescencia.

El paso de la infancia a la adolescencia del Che viene marcado por el traslado de la familia a la cercana ciudad de Córdoba, capital de la provincia. Allí, con 14 años, comenzó los estudios de secundaria en una ciudad de antiguo cuño español, tradicionalista y católica. El Colegio Nacional Deán Funes, lugar de reunión de los niños acomodados de la ciudad, es el centro escolar en el que la familia decide inscribir al mayor de los hermanos.

Cursó sus estudios sin dificultades, demostrando ser un joven avispado, con rápida retención de los conocimientos cursados y palabra fácil. También se introdujo en la práctica del rugby, en la que debido a su estado físico todavía renqueante y a su delgadez, nunca llegó a destacar. Apareciendo en esta época su vena inconformista y sus continuos desafíos a las normas establecidas, Ernesto Guevara se destaca como líder de su grupo de amigos y un joven dado a diversas «travesuras».

El pensamiento político del joven Guevara comienza a despertar. Algunos testimonios recuerdan su sentencia contra Churchill, al que calificaba de «político de pacotilla», y su participación en el «Movimiento de Monteagudo» y Acción Democrática. La casa de la familia fue punto de firme oposición al peronismo, en la que se llegaron a dar cobijo a opositores e incluso a fabricar artefactos explosivos. La biblioteca familiar reunía por aquel entonces varios miles de volúmenes: libros de autores clásicos de la literatura universal, historia, filosofía, psicología, arte, aventuras y también obras de Marx, Engels y Lenin con las que, a una edad temprana, poco a poco el Che se iría familiarizando.

En 1947, la familia se traslada de nuevo a Buenos Aires y Guevara ingresa ese mismo año en la facultad de medicina de la Universidad Nacional. Su pensamiento antiimperialista nace previamente a su convicción marxista, su propio padre recuerda discusiones con su hijo acerca de la ocupación norteamericana de Corea, a la que el Che se oponía firmemente. Ya en este momento de su vida, sus padres vivían juntos pero de hecho estaban separados.

En sus estudios universitarios, el joven Ernesto demuestra especial interés en la investigación del asma – enfermedad que padecía y por la que siempre se mostró preocupado –, las alergias, la lepra y también acerca de la teoría sobre la nutrición. El mismo expresó que con sus estudios quería sentirse útil para el mundo e incluso llegar a ser un famoso investigador. Empeñado en esta labor, hizo prácticas en el Instituto de Investigaciones Alérgicas y poco a poco comenzó a consagrar su vida a la cura de las mismas.

La vida del Che daría un vuelco con los viajes realizados por Argentina y Latinoamérica en la década de 1950.

En la Argentina de 1950 se había difundido el uso de las bicicletas motorizadas que durante la Segunda Guerra Mundial habían usado los ordenanzas y correos del Ejército italiano. Su uso resultaba sencillo para cualquier persona que tuviera unos mínimos conocimientos mecánicos y un mínimo de dinero para adquirir el pequeño motor que se tenía que acoplar al vehículo.

Guevara logra instalar un pequeño motor marca «Micrón» en su transporte y tras unos iniciales recorridos por las cercanías de Buenos Aires, decide recorrer doce provincias en nueve semanas, llegando a realizar un trayecto de más de cuatro mil kilómetros. El joven aventurero entabla conversación con numerosas personas, llegando a trabajar en San Francisco de Chañar en una leprosería con su viejo amigo Alberto. En Rosario, Ernesto volvería a reencontrarse con sus antiguos compañeros de escuela y amigos, para finalmente rematar su viaje en las provincias más pobres del país.

Este primer viaje marcaría la experiencia del Che y lo incitará a preparar nuevas travesías en el continente latinoamericano.

Es en este punto en el que el joven Che comienza sus viajes en motocicleta por el continente. A lomos de «Poderosa II», una motocicleta modelo Norton propiedad de su amigo Alberto Granado, con el que compartía viaje. Como un aventurero que busca su suerte, comienza un viaje por Sudamérica que se inicia con el paso de la cordillera de los Andes hacia Chile. Ambos compañeros partieron de la provincia de Córdoba recorriendo todo el norte argentino hasta llegar a Chile por Peulla, Petrohué, Osorno y Valdivia.

Sin apenas medios económicos, se dirigen al leprosario de Rapa Nui. En todo este trayecto dependen de la amabilidad de las personas con las que se toparon por el camino para encontrar alojamiento y, en ocasiones, sustento. Es en ese punto, especialmente después de su paso por la mina de cobre de Chuquicamata, en donde el Che entra en directo contacto con las difíciles condiciones de vida de los obreros e indígenas, comprobando de primera mano las perniciosas consecuencias de los intereses de Estados Unidos en el continente.

En sus diarios, Ernesto anota sus vivencias durante el viaje y sus reflexiones acerca de la realidad social de una América Latina duramente golpeada por la pobreza y la desigualdad. En 1952, arriban a Lima donde establecieron una estrecha relación con el médico y comunista Hugo Pesce, relación que marcaría notablemente la vida del Che. Pesce los conduce al leprosario Portada de Guía, ubicado en la periferia de Lima. Allí atienden a los pacientes del mal de Hansen y habitan por unos meses.

Desde ese punto, se dirigen a Pucallpa donde embarcaron hacia Iquitos para, en esta ocasión, colaborar con el leprosario de San Pablo. Es en ese lugar en el que médicos y pacientes les regalaron una balsa llamada Mambo-Tango con la que ambos amigos logran remontar el Amazonas hasta la frontera peruano-colombiana para desembarcar finalmente en el pequeño puerto de Leticia.

Tras superar serios problemas a su entrada al país fruto de la dictadura de Laureano Gómez, finalmente los jóvenes aventureros llegan a Bogotá y desde allí parten a Cúcuta, en la frontera colombiano-venezolana. Ya en julio, el Che y Alberto Granado llegan a Caracas, Venezuela, lugar en el que los amigos se separaron el 26 de julio. Alberto decide quedarse en el país trabajando en una leprosería y Ernesto, tras una breve estancia con amigos de su familia, regresaría a Buenos Aires para acabar con sus estudios universitarios.

El viaje había durado seis meses, un trayecto a lo ancho del continente americano que marcaría definitivamente la vida de Guevara.

Antes de regresar a territorio argentino, Ernesto viaja a Estados Unidos en un avión que transportaba caballos de carreras, aprovechando la ocasión ofertada por varios amigos de realizar este viaje de forma gratuita. Sin recursos, el Che trabaja como empleado doméstico de una azafata cubana y lavaplatos, compartiendo con su amigo cordobés Jimmy Roca, al que había encontrado a su llegada, la indigencia de la vida de un estudiante en Miami.

Ya a mediados de octubre, regresa a Argentina, coincidiendo con el anuncio por parte del peronismo de la obligatoriedad de la asignatura de «formación ciudadana» para todos los alumnos de la promoción de 1952. Resuelto a evitar este intento de penetración ideológica en su formación académica, el Che se propone concluir rápidamente su carrera. Cumplido este propósito, Ernesto realiza estudios de especialización en alergias y publica varios trabajos en revistas especializadas.

Ya con su título debajo del brazo, se prepara para un segundo viaje, esta vez en ferrocarril. Parte para ello en esta ocasión con su amigo de Córdoba «Canica» Ferrer. Su destino: Bolivia.

Su viaje comienza en julio de 1953, desde Buenos Aires y tomando dirección a Bolivia, los amigos permanecerán varias semanas en La Paz. En esa época, en la capital boliviana están teniendo lugar los primeros meses del gobierno revolucionario de Paz Estenssoro. El año anterior, mediante una violenta revolución, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) ha conseguido que Estenssoro recupere el poder que había ganado en las urnas y con ello dar por derrotada a la dictadura de Mamerto Urriolagoitia.

El movimiento revolucionario se basa en la reforma agraria y la nacionalización de las minas. Las calles plagadas de indios armados con fusiles impactan al Che, pero junto a Calica decide seguir rumbo a Puno, Cuzco y Machu Picchu, para finalmente dirigirse a Lima, lugar en el que Ernesto se reencontrará con el doctor Pesce y conocería a otros jóvenes argentinos de distintas ideologías que en gran medida formaban parte de los exiliados políticos que habían tenido que huir del país por la frontera occidental.

Finalmente, los amigos deciden separarse, Calica se dirige a Venezuela y el Che toma rumbo a Guatemala, país en el que el coronel Arbenz había comenzado una política de reforma agraria en el marco de un gobierno alejado de la sumisión a los intereses extranjeros.

Las decisiones del dirigente guatemalteco habían dañado seriamente los intereses de la empresa estadounidense United Fruit, que lo acusa de iniciar una revolución comunista en el país. El 18 de junio de 1954, con apoyo de la CIA, se inicia el golpe de estado con el bombardeo de la capital por parte de aviones militares. Entre el 18 y el 27 de junio, el gobierno de Jacobo Arbenz se desmorona pese a los intentos de algunos sindicatos con fuerte influencia comunista por resistir, llegando a pedir sin éxito al presidente que armase al pueblo.

El Che intenta organizar batallones de obreros y llama a la resistencia, pero todos los intentos resultan infructuosos. Tras negarse repetidamente, finalmente sus amistades logran convencer a Ernesto para que se refugie en la embajada Argentina. Desde Guatemala parte solo hacia la frontera mexicana, realiza el camino a Tapachula y desde ahí a Chiapas para posteriormente dirigirse a la ciudad de México.

En este último viaje, el pensamiento de Guevara evoluciona, su compromiso político se acentúa y claramente encara un fuerte pensamiento marxista. Una carta enviada a su tía el 10 de diciembre de 1953 así lo atestigua:

«En el paso tuve la oportunidad de pasar por los dominios de la United Fruit, convenciéndome una vez más de lo terrible que son estos pulpos. He jurado ante una estampa del viejo y llorado camarada Stalin no descansar hasta ver aniquilados estos pulpos capitalistas. En Guatemala me perfeccionaré y lograré lo que me falta para ser un revolucionario auténtico. […] Tu sobrino, el de la salud de hierro, el estómago vacío y la luciente fe en el porvenir socialista. Chau. Chancho.«

El México de 1954 era una especie de santuario para los represaliados políticos de todo el mundo. Allí, el Che se encuentra con sus viejas amistades cubanas, quienes finalmente le presentarán a los hermanos Castro. A su llegada, el revolucionario argentino sobrevive como puede, desempeñando la tarea de fotógrafo clandestino en los parques mexicanos. Sus jornadas laborales transcurren intentando convencer a los clientes del valor de aquellos retratos. El Che recorre la ciudad de un extremo a otro conversando y conviviendo con la sociedad mexicana. Ellos son los que le transmiten el pulso de aquel país.

Pronto se reencontrará con Hilda Gadea, con la que finalmente se casará y tendrá una hija en febrero de 1956, Hildita, a la que Ernesto llamaba cariñosamente Pequeña Mao. Durante ese periodo, Guevara retoma las largas jornadas de lectura y profundiza en los clásicos del marxismo. Tras un fortuito encuentro con Ñico López, comienza a acudir a las reuniones del grupo de cubanos moncadistas que se reunían coordinados por María Antonia González en un departamento céntrico ubicado en Emparán 49. Allí conoce a Raúl Castro, con quien entabla una duradera y profunda amistad basada en su común pensamiento marxista-leninista.

En 1955, Raúl llega a ser el padrino de boda del casamiento legal del Che con Hilda. El menor de los Castro se encontraba en México preparando la llegada de su hermano Fidel, que cumplía condena por haber dirigido el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953. Con su alegato de defensa «La Historia me absolverá», Fidel Castro se había convertido ya en un claro dirigente de la resistencia frente a la dictadura de Batista, llamando de forma clara y concisa a una revolución que pusiese fin a su gobierno.

El 7 de julio de 1955, Fidel Castro aterriza en México tras ser amnistiado por la dictadura de Batista. Apenas unas semanas después se produce el primer contacto con el Che Guevara y la relación entre ambos se estrecha de tal modo que ya el 26 de julio, Fidel le ofrece al Che sumarse a la todavía naciente revolución cubana. Sin dudarlo, el Che acepta. Por aquel entonces, aquella era una revolución sin armas y sin tropa, pero Ernesto Guevara pasa, pese a ello, a integrar la lista de los primeros que se embarcarían en el Granma.

El grupo de guerrilleros se traslada a una finca a las afueras de México D.F y comienza su entrenamiento bajo la dirección del teniente coronel Alberto Bayo, ex miembro del Ejército republicano español. El Che tuvo a su cargo la organización sanitaria del contingente. Las lecciones de tiro, las largas caminatas y el ejercicio físico variado supusieron la primera disciplina que forjaría a los rebeldes de Sierra Maestra en los rigores del combate.

Entre el 20 y el 24 de junio de 1956, los hermanos Castro, el propio Che Guevara y la mayor parte del Movimiento 26 de Julio fueron arrestados por la policía mexicana. En todo momento, el Che asume ante las autoridades su militancia comunista, sus planes para iniciar una revolución en Cuba y la intención de comenzar una lucha armada revolucionaria en toda América Latina. Esto provoca que la liberación del argentino resulte especialmente complicada. En esas fechas, el Che escribe su poema «Canto a Fidel», evidenciando la influencia que había alcanzado el líder cubano sobre la figura de Ernesto Guevara.

En una embarcación con capacidad para unas treinta personas, 82 hombres al mando de Fidel Castro parten el 25 de noviembre de 1956 desde el puerto mexicano de Tuxpán y llegan a la Playa de las Coloradas en el sur de Cuba. Al poco de llegar, la aviación de Batista descubre sus posiciones e inicia un ataque que termina con la vida de varios guerrilleros, hiere a otros tantos y logra dispersar al grupo. El resto es bien conocido por la historia.

Ernesto Guevara de la Serna se convierte en el icónico Che Guevara, un mito, una leyenda, un símbolo. Aunque, tal y como el propio guerrillero cubano-argentino recuerda al militar que iba a asesinarlo, ante todo el Che era un hombre. Un joven argentino que en sus viajes fue capaz de encontrar aquello que lo unía con los desheredados de su continente y del mundo. No era un oprimido, ni tan siquiera un muchacho excepcional por su contexto o un líder revolucionario nato. Ernesto Guevara era «simplemente» un hombre íntegro, un militante comunista, un revolucionario.

En tiempos en los que la historia se reinventa sin sentido y el capitalismo ahoga todo recuerdo o lucha, el Che supone hoy poco más que un complemento identitario para muchos. Pero es en su figura más humana, en su propia historia, en la que tenemos que encontrar el claro ejemplo que se dibuja tras su vida y obra.

Resulta difícil para nosotros imaginar una revelación como la sufrida por el Che en Bolivia o Nicaragua. Pocos lograremos sentir en nuestros acomodados y económicos viajes la sensación de pertenencia que Guevara logró adquirir en sus rutas por América Latina. No se trata de emular sus caminos, ni de emprender largos viajes en motocicleta o en ferrocarril, ni tampoco de leer sus diarios en busca de claves ocultas. Se trata simplemente de adoptar la mirada que nos muestre el mundo que todo joven debería ver: una mirada curiosa, valiente y osada, capaz de cuestionarse todo y regresar sobre sus creencias para descubrir nuevas afinidades con aquellos que sufren o necesitan apoyo.

No necesitamos recorrer otro continente ni buscar grandes aventuras. Cualquiera de nosotros ha recorrido Europa sin ser capaz por ello de encontrar la precariedad, la incerteza y el miedo en los ojos de otros que, como nosotros, hoy se sienten solos en diversos países con los que compartimos un sistema, un modelo político e incluso una moneda común. Estamos más vinculados que nunca en nuestra explotación, pero sin embargo nos mostramos incapaces de reconocernos como sujetos revolucionarios. Ese es el legado del Che y su historia, esa es la lección de sus viajes: la crónica de un muchacho que no se rendía ante las adversidades del camino, ni renunciaba nunca a ir un poco más lejos. Un hombre capaz de empatizar y hacer propio el sufrimiento ajeno.

56 años después de su asesinato, quizás esa sea la enseñanza más importante que nos puede legar Ernesto Guevara de la Serna: un hombre capaz de luchar por un proyecto común, por una causa justa, por un imposible. Un rebelde, un guerrillero, un revolucionario, pero ante todo: un hombre nuevo.

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“O Che, un home novo”

«Porque Che reunía, en su extraordinaria personalidad, virtudes que rara vez aparecen juntas. El descolló como hombre de acción insuperable, pero Che no solo era un hombre de acción insuperable: Che era un hombre de pensamiento profundo, de inteligencia visionaria, un hombre de profunda cultura. Es decir que reunía en su persona al hombre de ideas y al hombre de acción».

Che se ha convertido en un modelo de hombre no solo para nuestro pueblo, sino para cualquier pueblo de América Latina. Che llevó a su más alta expresión el estoicismo revolucionario, el espíritu de sacrificio revolucionario, la combatividad del revolucionario, el espíritu de trabajo del revolucionario, y Che llevó las ideas del marxismo-leninismo a su expresión más fresca, más pura, más revolucionaria. ¡Ningún hombre como él en estos tiempos ha llevado a su nivel más alto el espíritu internacionalista proletario!

Fidel Castro

«Sean capaces siempre de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del revolucionario.«

«El aspecto fundamental en el cual la juventud debe señalar el camino es precisamente en el aspecto de ser vanguardia en cada uno de los trabajos que le compete.«

Ernesto Guevara

Incluso os grandes revolucionarios teñen un orixe, unha familia, un contexto social e unha infancia. Obviamente, neste aspecto, Ernesto Guevara de la Serna non é excepción algunha. Nado o 6 de xuño de 1928, o Che é fillo de Ernesto Guevara Lynch e Celia de la Serna. O seu pai, Ernesto Guevara, formaba parte dunha acomodada familia sudamericana con ascendencia na nobreza europea, mentres que a familia materna gozaba de reminiscencias entre terratenentes e figuras políticas e militares destacadas. Pouco a pouco, eses títulos e riquezas foran desaparecendo co paso das xeracións, deixando á familia do que sería revolucionario cubano nunha situación acomodada pero lonxe dos luxos e da cercanía á influencia social de antano.

Na época na que Ernesto pai e Celia se coñeceron, o linaxe xa non equivalía a fortuna, sendo o pai do Che un mozo dinámico e emprendedor, pero sen dúbida afastado do poder político e económico real. Sen moito interese polos negocios familiares e tras conseguir un título como mestre maior de obras que complementaría con posteriores estudos, Ernesto Guevara Lynch inicia unha relación con Celia de la Serna, unha moza chea de inquedanzas sociais coa que remataría casándose e tendo o pequeno Ernesto. O Che nacería en Rosario, sendo o primeiro de cinco irmáns.

O pai do Che dedicábase durante aqueles anos á construción, pero debido á inestabilidade política e á crise comercial na cidade, finalmente, a familia decide emprender un negocio destinado a desenvolver unha plantación de erva mate, considerada naquela década un auténtico “ouro verde”. Tras mercar unha extensión de terreo, Celia e Ernesto proban sorte como erveiros. A súa vida transcorre entón entre a plantación de Caraguatay e Bos Aires, o que rematará determinando a vida do futuro guerrilleiro. Con tres anos recén cumpridos, sofre unha grave crise asmática que derivará no diagnóstico definitivo da enfermidade que o acompañará, con diversos episodios agudos, durante gran parte da súa vida. Os pais de Ernesto compróban como os ataques deixan ao mozo sen apenas ánimo e tumbado na cama. Finalmente, tras varias consultas médicas, achégase ás condicións climáticas o empeoramento da saúde do mozo. Polo que a familia decide trasladarse a un pobo da montaña de Altagracia en busca de mellores condicións climáticas que favorezan a saúde do seu fillo.

Durante estes anos nos que a enfermidade impide ao mozo Ernesto desenvolver unha infancia activa e normal, o futuro dirixente revolucionario descobre a súa paixón polo xadrez e un amor pola lectura que o acompañará durante toda a súa vida. Son numerosos os testemuños que nos debuxan ao Che mergullado en longas xornadas de lectura e formación, mesmo nos escasos respiros das xornadas na serra cubana ou enfrentando partidas simultáneas de xadrez cos seus compañeiros nos breves descansos durante a preparación das súas expedicións internacionalistas.

Contan algúns dos que se enfrontaron ao dirixente cubano sobre o taboleiro de xadrez que detectaba facilmente calquera intento de tomar unha vantaxe ilícita por parte dos seus compañeiros. Aqueles xogadores que facían estas pequenas trampas co obxectivo precisamente de poñer á proba a súa memoria, sorprendíanse coa súa capacidade para memorizar de forma simultánea a situación de diversos escenarios en contenda. É quizais durante aquelas xornadas de quietude, motivadas pola súa enfermidade, que o que sería comandante da revolución cubana, logra cultivar a súa faceta intelectual e a súa curiosidade polo mundo a través dos libros, pero tamén pronto o mozo Ernesto, xa con dez anos cumpridos, comeza a trepar á serra para poñer á proba os seus músculos ou a xogar ao fútbol cos seus amigos.

Da súa primeira etapa de escolarización destaca en Ernesto a súa fluidez na lectura, a súa capacidade para comprender as leccións e especialmente a súa tozudez e a súa capacidade para converterse no líder da pandilla de amigos. Julio Verne, Cervantes, Emilio Salgari e diversos filósofos comezan a compartir espazo coas excursións á serra, as loitas con pandillas rivais e a progresiva entrada na adolescencia.

O paso da infancia á adolescencia do Che ven marcado polo traslado da familia á próxima cidade de Córdoba, capital da provincia. Alí, con 14 anos, comezou os estudos de secundaria nunha cidade de antigo cuño español, tradicionalista e católica. O Colexio Nacional Deán Funes, lugar de reunión dos nenos acomodados da cidade, é o centro escolar no que a familia decide inscribir ao maior dos irmáns.

Cursou os seus estudos sen dificultades, demostrando ser un mozo avispado, con rápida retención dos coñecementos cursados e verbo fácil. Tamén se introduciu na práctica do rugby, na que debido ao seu estado físico aínda renqueante e á súa delgadez, nunca chegou a destacar. Aparecendo nesta época a súa vea inconformista e os seus continuos desafíos ás normas establecidas, Ernesto Guevara destaca como líder do seu grupo de amigos e un mozo dado a diversos «travesuras».

O pensamento político do mozo Guevara comeza a despertar. Algúns testemuños lembran a súa sentenza contra Churchill, ao que cualificaba de «político de pacotilla», e a súa participación no «Movimento de Monteagudo» e Acción Democrática. A casa da familia foi punto de firme oposición ao peronismo, na que se chegou a dar cobixo a opositores e incluso a fabricar artefactos explosivos. A biblioteca familiar reunía por aquel entón varios miles de volumes: libros de autores clásicos da literatura universal, historia, filosofía, psicoloxía, arte, aventuras e tamén obras de Marx, Engels e Lenin coas que, moi mozo, pouco a pouco o Che se iría familiarizando.

En 1947, a familia trasládase de novo a Bos Aires e Guevara ingresa ese mesmo ano na facultade de medicina da Universidade Nacional. O seu pensamento antiimperialista nace previamente á súa convicción marxista, o seu propio pai lembra discusións con seu fillo acerca da ocupación norteamericana de Corea, á que o Che se oponía firmemente. Xa neste momento da súa vida, os seus pais vivían xuntos pero de feito estaban separados.

Nos seus estudos universitarios, o mozo Ernesto demostra especial interese na investigación do asma – enfermidade que padecía e pola que sempre se mostrou preocupado –, as alerxias, a lepra e tamén acerca da teoría sobre a nutrición. O mesmo expresou que cos seus estudos quería sentirse útil para o mundo e incluso chegar a ser un famoso investigador. Empeñado nesta labor, fixo prácticas no Instituto de Investigacións Alérxicas e pouco a pouco comezou a consagrar a súa vida á cura das mesmas.

A vida do Che daría un xiro cos viaxes realizados por Arxentina e Latinoamérica na década de 1950.

Na Arxentina de 1950 divulgárase o uso das bicicletas motorizadas que durante a Segunda Guerra Mundial usaran os ordenanzas e correos do Exército italiano. O seu uso resultaba sinxelo para calquera persoa que tivera uns mínimos coñecementos mecánicos e un mínimo de diñeiro para adquirir o pequeno motor que se tiña que acoplar ao vehículo.

Guevara logra instalar un pequeno motor marca «Micrón» no seu transporte e tras uns iniciais percorridos polas cercanías de Bos Aires, decide percorrer doce provincias en nove semanas, chegando a realizar un percorrido de máis de catro mil quilómetros. O mozo aventureiro entabla conversa con numerosas persoas, chegando a traballar en San Francisco de Chañar nunha leprosería co seu vello amigo Alberto. En Rosario, Ernesto volvería a atoparse cos seus antigos compañeiros de escola e amigos, para finalmente rematar o seu viaxe nas provincias máis pobres do país.

Este primeiro viaxe marcaría a experiencia do Che e incitarao a preparar novas travesías no continente latinoamericano.

É neste punto en que o mozo Che comeza os seus viaxes en motocicleta polo continente. A lomos de «Poderosa II», unha motocicleta modelo Norton propiedad do seu amigo Alberto Granado, con quen compartía viaxe. Como un aventureiro que busca a súa sorte, comeza un viaxe por Sudamérica que se inicia co paso da cordilleira dos Andes cara a Chile. Ambos compañeiros parten da provincia de Córdoba percorrendo todo o norte arxentino ata chegar a Chile por Peulla, Petrohué, Osorno e Valdivia.

Sen apenas medios económicos, diríxense ao leprosario de Rapa Nui. En todo este percorrido dependen da amabilidade das persoas coas que se atopan polo camiño para atopar aloxamento e, en ocasións, sustento. É nese punto, especialmente despois do seu paso pola mina de cobre de Chuquicamata, onde o Che entra en contacto directo coas difíciles condicións de vida dos obreiros e indíxenas, comprobando de primeira man as perniciosas consecuencias dos intereses dos Estados Unidos no continente.

Nos seus diarios, Ernesto anota as súas vivencias durante o viaxe e as súas reflexións acerca da realidade social dunha América Latina duramente golpeada pola pobreza e a desigualdade. En 1952, chegan a Lima onde estableceron unha estreita relación co médico e comunista Hugo Pesce, relación que marcaría notablemente a vida do Che. Pesce os conduce ao leprosario Portada de Guía, ubicado na periferia de Lima. Alí atenden aos pacientes da enfermidade de Hansen e habitan durante uns meses.

Desde ese punto, diríxense a Pucallpa onde embarcaron cara a Iquitos para, nesta ocasión, colaborar co leprosario de San Pablo. É nese lugar onde médicos e pacientes lles regalaron unha balsa chamada Mambo-Tango coa que ambos amigos logran remontar o Amazonas ata a fronteira peruano-colombiana para desembarcar finalmente no pequeno porto de Leticia.

Tras superar serios problemas á súa entrada ao país froito da ditadura de Laureano Gómez, finalmente os mozos aventureiros chegan a Bogotá e desde alí parten a Cúcuta, na fronteira colombiana-venezolana. Xa en xullo, o Che e Alberto Granado chegan a Caracas, Venezuela, lugar no que os amigos separáronse o 26 de xullo. Alberto decide quedar no país traballando nun leprosario e Ernesto, tras unha breve estancia con amigos da súa familia, regresaría a Bos Aires para rematar cos seus estudos universitarios.

O viaxe durou seis meses, un percorrido o ancho do continente americano que marcaría definitivamente a vida de Guevara.

Antes de regresar a territorio arxentino, Ernesto viaxa a Estados Unidos nun avión que transportaba cabalos de carreiras, aproveitando a ocasión ofertada por varios amigos de realizar este viaxe de forma gratuíta. Sen recursos, o Che traballa como empregado doméstico dunha azafata cubana e lavaplato, compartindo co seu amigo cordobés Jimmy Roca, ao que atopara á súa chegada, a indixencia da vida dun estudante en Miami.

Xa a mediados de outubro, regresa a Arxentina, coincidindo co anuncio por parte do peronismo da obrigatoriedade da materia de «formación cidadá» para todos os alumnos da promoción de 1952. Resolto a evitar este intento de penetración ideolóxica na súa formación académica, o Che propónse concluír rapidamente a súa carreira. Cumprido este propósito, Ernesto realiza estudos de especialización en alerxias e publica varios traballos en revistas especializadas.

Xa co seu título baixo o brazo, prepárase para un segundo viaxe, desta vez en ferrocarril. Parte para iso nesta ocasión co seu amigo de Córdoba «Canica» Ferrer. O seu destino: Bolivia.

A súa viaxe comeza en xullo de 1953, desde Bos Aires e tomando dirección a Bolivia, os amigos permanecerán varias semanas en La Paz. Nesa época, na capital boliviana están a ter lugar os primeiros meses do goberno revolucionario de Paz Estenssoro. O ano anterior, mediante unha violenta revolución, o Movemento Nacionalista Revolucionario (MNR) conseguiu que Estenssoro recuperase o poder que gañara nas urnas e con iso dar por derrotada a ditadura de Mamerto Urriolagoitia.

O movemento revolucionario baséase na reforma agraria e na nacionalización das minas. As rúas cheas de índios armados con fusís impactan ao Che, pero xunto a Calica decide seguir rumbo a Puno, Cuzco e Machu Picchu, para finalmente dirixirse a Lima, lugar no que Ernesto atoparase co doutor Pesce e coñecerá a outros mozos arxentinos de distintas ideoloxías que en gran medida formaban parte dos exiliados políticos que tiveran que fuxir do país pola fronteira occidental.

Finalmente, os amigos deciden separarse, Calica diríxese a Venezuela e o Che toma rumbo a Guatemala, país no que o coronel Arbenz comezara unha política de reforma agraria no marco dun goberno afastado da submisión aos intereses estranxeiros.

As decisións do dirixente guatemalteco danaran seriamente os intereses da empresa estadounidense United Fruit, que o acusa de iniciar unha revolución comunista no país. O 18 de xuño de 1954, co apoio da CIA, iníciase o golpe de estado co bombardeo da capital por parte de avións militares. Entre o 18 e o 27 de xuño, o goberno de Jacobo Arbenz desmorónase pese aos intentos de algúns sindicatos con forte influencia comunista por resistir, chegando a pedir sen éxito ao presidente que armase ao pobo.

O Che intenta organizar batallóns de obreiros e chama á resistencia, pero todos os intentos resultan infrutuosos. Tras negarse repetidamente, finalmente as súas amizades logran convencer a Ernesto para que se refuxie na embaixada Arxentina. Desde Guatemala parte só cara á fronteira mexicana, realiza o camiño a Tapachula e desde alí a Chiapas para posteriormente dirixirse á cidade de México.

Neste último viaxe, o pensamento de Guevara evoluciona, o seu compromiso político acentúase e claramente enfronta un forte pensamento marxista. Unha carta enviada á súa tía o 10 de decembro de 1953 así o amosa:

En el paso tuve la oportunidad de pasar por los dominios de la United Fruit, convenciéndome una vez más de lo terrible que son estos pulpos. He jurado ante una estampa del viejo y llorado camarada Stalin no descansar hasta ver aniquilados estos pulpos capitalistas. En Guatemala me perfeccionaré y lograré lo que me falta para ser un revolucionario auténtico. […] Tu sobrino, el de la salud de hierro, el estómago vacío y la luciente fe en el porvenir socialista. Chau. Chancho.”

O México de 1954 era unha especie de santuario para os represaliados políticos de todo o mundo. Alí, o Che atopa as súas vellas amizades cubanas, que finalmente lle presentarán aos irmáns Castro. Á súa chegada, o revolucionario arxentino sobrevive como pode, desempeñando a tarefa de fotógrafo clandestino nos parques mexicanos. As súas xornadas laborais transcorren intentando convencer aos clientes do valor daquelas retratos. O Che percorre a cidade dun extremo a outro conversando e convivindo coa sociedade mexicana. Eles son os que lle transmiten o pulso do país.

Pronto reencontrarase con Hilda Gadea, coa que finalmente casará e terá unha filla en febreiro de 1956, Hildita, á que Ernesto chamaba con agarimo Pequeña Mao. Durante ese período, Guevara retoma as longas xornadas de lectura e afonda nos clásicos do marxismo. Tras un fortuíto encontro con Ñico López, comeza a acudir ás reunións do grupo de cubanos moncadistas que se reunían coordinados por María Antonia González nun departamento céntrico ubicado en Emparán 49. Alí coñece a Raúl Castro, con quen entabla unha duradeira e profunda amizade baseada no seu común pensamento marxista-leninista.

En 1955, Raúl chega a ser o padriño de boda do matrimonio legal do Che con Hilda. O menor dos Castro atopábase en México preparando a chegada do seu irmán Fidel, que cumpría condena por dirixir o asalto ao Cuartel Moncada o 26 de xullo de 1953. Co seu alegato de defensa «La historia me absolverá», Fidel Castro vai converterse xa nun claro dirixente da resistencia fronte á ditadura de Batista, chamando de forma clara e concisa a unha revolución que puxese fin ao seu goberno.

O 7 de xullo de 1955, Fidel Castro aterriza en México tras ser amnistiado pola ditadura de Batista. Apenas unhas semanas despois prodúcese o primeiro contacto co Che Guevara e a relación entre ambos estreita tanto que xa o 26 de xullo, Fidel ofrécelle ao Che sumarse á aínda nacente revolución cubana. Sen dubidalo, o Che acepta. Por aquel entón, aquela era unha revolución sen armas e sen tropa, pero Ernesto Guevara pasa, pese a iso, a integrar a lista dos primeiros que se embarcarían no Granma.

O grupo de guerrilleiros trasladase a unha finca ás aforas de México D.F e comeza o seu adestramento baixo a dirección do tenente coronel Alberto Bayo, ex membro do Exército republicano español. O Che tivo á súa cargo a organización sanitaria do continxente. As leccións de tiro, as longas camiñadas e o exercicio físico variado supuxeron a primeira disciplina que forxaría aos rebeldes de Sierra Maestra nos rigores do combate.

Entre o 20 e o 24 de xuño de 1956, os irmáns Castro, o propio Che Guevara e a maior parte do Movemento 26 de Xullo foron arrestados pola policía mexicana. En todo momento, o Che asume ante as autoridades a súa militancia comunista, os seus plans para iniciar unha revolución en Cuba e a intención de comezar unha loita armada revolucionaria en toda América Latina. Iso provoca que a liberación do arxentino resulte especialmente complicada. Neses días, o Che escribe o seu poema «Canto a Fidel», evidenciando a influencia que alcanzara o líder cubano sobre a figura de Ernesto Guevara.

Nunha embarcación con capacidade para unhas trinta persoas, 82 homes ao mando de Fidel Castro parten o 25 de novembro de 1956 desde o porto mexicano de Tuxpán e chegan á Praia das Coloradas no sur de Cuba. Ao pouco de chegar, a aviación de Batista descobre as súas posicións e inicia un ataque que remata coa vida de varios guerrilleiros, fere a outros tantos e logra dispersar ao grupo. O resto é ben coñecido pola historia.

Ernesto Guevara de la Serna convértese no icónico Che Guevara, un mito, unha lenda, un símbolo. Aínda que, tal e como o propio guerrilleiro cubano-arxentino lembra ao militar que ía asasinalo, ante todo o Che era un home. Un mozo arxentino que nos seus viaxes foi capaz de atopar aquilo que o unía cos desherdados do seu continente e do mundo. Non era un oprimido, nin tan sequera un mozo excepcional polo seu contexto ou un líder revolucionario nato. Ernesto Guevara era “simplesmente” un home íntegro, un militante comunista, un revolucionario.

En tempos nos que a historia se reinventa sen sentido e o capitalismo afoga todo recordo ou loita, o Che supón hoxe pouco máis que un complemento identitario para moitos. Pero é na súa figura máis humana, na súa propia historia, na que temos que encontrar o claro exemplo que se debuxa tras a súa vida e obra.

Resulta difícil para nós imaxinar unha revelación como a sufrida polo Che en Bolivia ou Nicaragua. Poucos lograremos sentir nos nosos acomodados e económicos viaxes a sensación de pertenza que Guevara logrou adquirir nas súas rutas por América Latina. Non se trata de emular os seus camiños, nin de emprender largos viaxes en motocicleta ou en ferrocarril, nin tampouco de ler os seus diarios en busca de claves ocultas. Trátase simplesmente de adoptar a mirada que nos mostre o mundo que todo mozo debería ver: unha mirada curiosa, valente, capaz de cuestionarse todo e regresar sobre os seus valores para descubrir novas afinidades con aqueles que sofren ou necesitan apoio.

Non necesitamos percorrer outro continente nin buscar grandes aventuras. Calquera de nós percorreu Europa sen ser capaz por iso de atopar a precariedade, a incerteza e o medo nos ollos de outros que, como nós, hoxe viven os seus días sós en diversos países cos que compartimos un sistema, un modelo político e incluso unha moeda común. Estamos máis vinculados que nunca na nosa explotación, mais mostrámonos incapaces de recoñecernos como suxeitos revolucionarios. Ese é o legado do Che e a súa historia, esa é a lección dos seus viaxes: a crónica dun mozo que non se rendía ante as adversidades do camiño, nin renunciaba nunca a ir un pouco máis lonxe. Un home capaz de empatizar e facer propio o sufrimento alleo.

56 anos despois do seu asasinato, quizais esa sexa a ensinanza máis importante que nos pode legar Ernesto Guevara de la Serna: un home capaz de loitar por un proxecto común, por unha causa xusta, por un imposible. Un rebelde, un guerrilleiro, un revolucionario, pero ante todo: un home novo.

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