En autoorganización!


EN EL BORDE DEL CAMINO


Isabel Vileya (agosto 2024)

En los días que vivimos, nos hemos alejado de la revolución y de su viabilidad, o de la sensación de posibilidad de la revolución catastróficamente. Sostengo que es producto de la “derrota”, pero el propósito de este documento no es saber los motivos de nuestra lamentable disposición de combate.

A vueltas con nuestra disposición combatiente, la situación del movimiento comunista internacional y el sexo de los ángeles, una, llega a la conclusión de que se plantean muchas cuestiones diversas, pero poco se habla, o mal se habla, sobre los requisitos de los militantes comunistas.
Si hubiera que describir nuestro peor defecto, sería la pusilanimidad en la que hemos caído, las deformaciones políticas e ideológicas, nos han dejado al borde de no hablar para no molestar, o todo lo contrario, la descarada desfachatez de poner todo el ego arriba de la mesa con la única intención de hacernos notar como valedores de nuestra univoca condición de “políticamente incorrectos”.

No es simplemente el desgaste del reformismo, el revisionismo, la derrota y el enemigo. Es además que somos flojos, flojos de pantalón y músculo. No reunimos los requisitos para estudiar y comprender a Marx, pero se nos llena la boca hoy con la revolución, mañana con la “lucha armada” simplemente porque hablar es gratis y no tenemos ni idea o hemos olvidado lo feaza que es la clandestinidad, no ver a la familia, renunciar a una vida cómoda y sin sobresaltos. Andamos hablando sueltos de cuerpo, porque en el fondo muchos de nosotros, aún ven todo como una mitología disociada de la realidad de las democracias formales burguesas.

Miedo, eso es en realidad lo que opera para no querer ver que no existe esa realidad que nos permite evadir la violencia o que esa realidad ficticia, solapa una gran violencia inaplazable qué nos va a alcanzar en un futuro no muy lejano.

Hoy podemos todavía girar la cabeza a la realidad de la que tal vez podamos zafar como individuos, pero que en unos años más se convertirá en el escenario principal del mundo. Cuando se multipliquen los genocidios como el de GAZA, o alcancen estas matanzas latitudes incómodas, o simplemente el control violento adquiera dimensiones de mayorías y no se rescinda a minorías o coordenadas de escaso interés para el “mundo occidental”, será tarde para despertar a las masas y los cuadros no estarán a tiempo de formarse.

El cuadro político revolucionario, se tiene que anticipar. De hecho, es la Organización revolucionaria la que debe tomar la iniciativa de preparar sus fuerzas para combatir las embestidas del Capital.
No construimos la herramienta que necesitamos y no lo hacemos por múltiples motivos, pero fundamentalmente no lo hacemos porque somos incapaces, entre los motivos de nuestra incapacidad la ponderación del individuo por encima del interés colectivo, es la razón que más lastra.
No buscar la colaboración, las ideas sobre los hombres o la necesidad de estar en posesión de la razón sobre la de conocer la verdad, solo son síntomas de haber sucumbido al individualismo en todos los planos de la vida. En términos marxistas, la dictadura del ego en el militante nos ha convertido, no a nosotros como individuos particulares, sino a los comunistas en general, en Califas en reinos de Taifas, predicando nuestras verdades absolutas y señalando las cuitas ajenas.

Dice un compañero con extremo acierto: “Una palabra tuya bastará para acabar con todo“
Y si ese es el nivel, permítanme el sarcasmo, no nos merecemos ni existir.
No buscar el flagelo del error propio o ajeno por el bien de la lucha, es imperdonable, no someterse a juicio permanente y corregirse, es mortal de necesidad. Todo se ha relajado al nivel del voluntarismo, pero de un voluntarismo característico de ONG.
Quien no ha tenido que enfrentar a ese “compañero” que parece estar perdonándonos la vida, ese prosaico militante qué se sacrifica constantemente y señala su sacrificio y renuncias o esos otros reconocedores de méritos qué estarían dispuestos a inmortalizar en bronce a cualquiera que ayude a una anciana a cruzar la calle o respaldarían conceder una plaza con su nombre al primero que haga la trivialidad más común, que no es ni más ni menos que lo correcto, lo que se espera por “sentido común“.
¿Desde cuándo hacer lo que se debe, tiene que ser celebrado y reconocido como acontecimiento extraordinario?
¿En qué momento la entrega y el compromiso con colectivo deben ser ponderados como elementos distintivos motivo de pleitesía?

Estás deformaciones pequeño burguesas, nos hacen dar un rodeo para terminar entregando el compromiso revolucionario y sustituirlo por caudillismo burdo y paternalismo.
Que fácil es caer en la falsa modestia, en la arrogancia, la pedantería y el narcisismo en la sociedad burguesa y que difícil es combatir estos defectos.
Es inmensamente más generoso, arrastrar todos los vicios burgueses y solaparlos con un barniz revolucionarista.

La disciplina de estudio de un material rico e imprescindible que en el mejor de los casos nos ofrece una garantía de aplicabilidad del sesenta por ciento y nos obliga a adaptar todo el conocimiento a la realidad con técnicas que nos exponen a cuestionar hasta la última de nuestras certezas, es mucho más desagradable que remozar cuatro principios adquiridos aquí y allí por uno u otro intérprete del marxismo con todo un sistema de autocomplacencia y justificaciones. En última instancia, si la estrategia del vocinglerio revolucionarista no termina de funcionar, la sola invocación de la lucha armada, terminará siendo el santa santorum de la “izquierdología”.

Para la construcción de las herramientas que se van a convertir en la última esperanza de la humanidad (No por propia elección, sino porque el imperialismo ha decidido llevar al planeta a un abismo) necesitamos cuadros que combatan su ego, con la misma energía que combatirán al enemigo.
Militantes qué sean capaces de corregir a los compañeros y las actitudes con la implacabilidad con la que lo harían con un traidor.
Comunistas abnegados dispuestos a estudiar la teoría con la entrega necesaria para poder replicarla, multiplicarla y explicarla, conocer e interiorizar nuestros principios revolucionarios al nivel de poder insertarse en la masa y elevar su nivel de conciencia, con la humildad necesaria para no separarse del Pueblo ni elevarse sobre él.
Necesitamos una vanguardia tan modesta, que sueñe con las formas de llevar sus ansias al plano material y lo construya al margen de su existencia material finita.
Cuadros militantes comunistas qué tendrán que hacer una tarea anónima secreta tal vez, de la que nadie sabrá y reconocerá, que vivirán ajenos a la gloria y que por supuesto no necesiten vivir con la fantasía de ver flamear las banderas rojas en la hilera el día de la victoria.
Hombres y mujeres, que como granitos de arena en una playa, entreguen su vida a un bien mayor, de forma sencilla, tranquila, serena, meditada y discreta, sin esperar más que la plenitud de pertenecer a un cambio que removerá los cimientos de todo lo que nos es conocido (aún al margen de nuestra participación en las mieles de la victoria) y traerá la paz a la humanidad y la felicidad al hombre.

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