Augusto Zamora R. (10 noviembre 2024)
Es tanto el descalabro ideológico y la decrepitud que sufre desde hace un tiempo el Accidente colectivo, que están, no pocos, convirtiendo lo político en patológico, por no decir, escatológico. Recordamos las pasadas elecciones en Francia, donde la derrota –relativa- de la extrema derecha de Marine Le Pen produjo una reacción casi religiosa, faltando sólo que las fuerzas dizque progresistas francesas y europeas sacaran a pasear los huesos de Juana de Arco. Aquella histeria política hizo de Francia un circo donde, al final, el patético y ultraconservador Macron terminó formando un gobierno de derechas con el apoyo de Le Pen, quedando los izquierdosos como lo que son, bobos sin criterio que, al final, terminan de lacayos de la derecha. Así andan de extraviados en el gallinero europeo, donde se ha perdido todo, desde la inteligencia hasta la dignidad.
Algo similar estamos viendo con el contundente triunfo de Donald (Donny, para los amigos, Donuts para los enemigos), en EEUU, visto por unos casi como el advenimiento de Cristo y, por otros, como la llegada del Anticristo. Por aquí, en estos patios donde cultivamos –ecológicamente-, la cordura y la verdura, todavía podemos darnos cuenta que no es ni lo uno ni lo otro. Ganó Donaldo Trump, vecino de Florida, personaje singular (eso no lo vamos a negar) que ya había sido presidente y que, cuando desempeñó ese trabajo, no hizo nada que nos recordara a Cristo ni al Anticristo. En unas cosas está más próximo a Cantinflas; en otras, a Harry el Sucio, pero nunca a Indiana Jones. Es decir, que es como cualquier hijo de vecino, sólo que ahora vivirá en la Casa Blanca, que blanca es por fuera y por dentro, la versión elegante de la de Al Capone.
Las elecciones políticas rituales tienen unos cuantos parecidos con los también repetidos ritos de Año Nuevo. ¿Los recuerdan? Que este año nuevo iré al gimnasio; que este año nuevo beberé menos; que este año nuevo, de fijo, haré desaparecer mi barriga-tambor o mi papada, y así. Pasada la euforia del año nuevo se da uno cuenta que ese rosario de intenciones fue parejo a las copas de más y que, cumplirlas, ni en broma. Algo así ocurre en EEUU. Donaldo dice que Dios le hizo ganar para salvar a EEUU y que, cuando terminen sus cuatro años –cuatro, no lo olviden-, habrá transformado al país a tal punto que relucirá, de nuevo, con todo su poder. Un montón de babosos se creen esa versión gringa de la parusía, confundiendo a Donaldo como el mesías que retorna. No les extrañe esto, que es propio de las sectas evangélicas, que entre retortijones, saltos, gritos y alaridos repiten versículos del Viejo Testamento como chamanes las sonajas.
Si nos ponemos bíblicos (“Por sus hechos los conoceréis”), bastaría darle un repaso a la primera presidencia de Donaldo para recibir una dosis florida de realidad, esa que nos dice que, a los políticos, de general, hay que creerles lo justo, es decir, nada, y esperar a ver qué hacen. Sólo y hasta ese momento tendremos idea de lo que realmente son, de general unos charlatanes que, llegada la hora prima, hacen cosas, sí, pero para ellos. Ha habido siempre sus excepciones, claro, como Robespierre o Stalin, que esos hacían lo que decían y era mejor y más prudente creerles que no creerles. Pero de esos, pocos. Íbamos a incluir en la lista a Timur Lenk o Tamerlán, pero recordamos que el Timur gustaba hacer torres con las calaveras de sus enemigos, que terminaban cayéndose, quedando demostrado que las calaveras eran mal material de construcción, así que no. Volvamos con Donaldo y sus temas estrella, para ver si, haciendo guarismos con su pasado y su futuro próximo, podemos deducir algunas pistas de lo que podría ser el
nuevo periodo presidencial. Ya saben eso de que como has sido serás y, si no, el ridículo harás. ¿Será Donaldo la excepción a la regla? ¿Será? Juguemos con el bisturí.
LA INMIGRACIÓN Y EL MURO. No es la novela de Sartre, aunque no por eso es menos tétrica la idea. Donaldo afirmó, en 2017, que construiría uno infranqueable, impenetrable, insólito con México, para que no siguieran colándosele los pobres del vecindario. ¿Tuvo éxito? Es preciso afirmar con certeza que no, pues la inmigración ha vuelto a ser uno de los mazos de la campaña electoral 2024, hecho que evidenciaba que los pobres seguían colándose por el muramen y, bueno, a confesión de parte, relevo de prueba. Los muros, además de ser caros, suelen ser inútiles. La muralla china, que es el muro de los muros, se construyó pensando detener las incursiones mogolas y terminaron los mogoles gobernando China. Puede creerse que los mogoloamericanos, algún día, terminarán gobernando los Yunaited, siguiendo la estela de Gengis Kan. No por las armas, sino porque son un huevo y están al otro lado de la frontera. Como los mogoles.
Toca, ahora, exhumar hipocresías: los planes de Donny sobre inmigración no son distintos de los europeos, que, en eso, son estrellas. Deportaciones, persecución, asesinatos, cárcel, pagos a mercenarios en Turquía y Libia para que torturen a los desgraciados, los violen y vendan de esclavos. Donny ni de lejos plantea eso. De vallas tampoco deberían hablar los europeítos. Una de 180 kilómetros separa Bulgaria de Turquía; Hungría ha vallado sus fronteras con Croacia y Serbia; Polonia acaba de terminar la suya con Bielorrusia. Vallas triples separan España de Marruecos en Ceuta y Melilla. El gallinero europeo, además de hipocondríaco y violento, es embustero. Terminemos este acápite con algo de biología, como la dinámica del cazador y la presa. Hay más presas que cazadores. En África, están desapareciendo los leones, no antílopes ni búfalos (saquen conclusiones en EEUU y Europa respecto a sus densos vecindarios).
CHINA. Puf. Aquí es otro tanto de lo mismo. En 2017, en un discurso ante la ASEAN, Trump proclamó a la república popular como el único rival sistémico de EEUU. Desde entonces, no hay documento oficial que no señale a China como el enemigo a batir. No es una política propia de Donaldo. Es doctrina oficial de EEUU. Ahora bien, la cuestión no es tanto de documentos, oficiales o no, sino de magnitudes. China no es Venezuela, Cuba o Afganistán. Es la primera economía mundial por PPP (paridad de poder adquisitivo, que es la medida real de una economía) y el segundo país más poblado del planeta. Es, además, la primera potencia industrial y su poder militar, en continuo ascenso, llevará a China a ser la primera potencia mundial en 2030. Dicho de manera más clara, en EEUU pueden pensar lo que quieran, pero China está fuera de su alcance. Trump plantea imponer impuestos draconianos a una serie de productos chinos, pero esa medida, al final, la terminarán pagando los consumidores estadounidenses, que son devoradores zombis de productos asiáticos, principalmente chinos. Las cosas como son.
UCRANIA. “Pondré fin al conflicto en 24 horas”. Suena a cuento de hadas. En Rusia ya conocen a Donaldo. Durante su primer mandato dijo cosas parecidas y, al final, hacía lo contrario, es decir, terminaba apoyando al régimen ukronazi de Kiev. El gobierno ruso ha dicho que escuchará a Donaldo, porque escuchar es prudente y sabio, pero que Rusia tiene sus propios objetivos e intereses y actuará de conformidad con ellos. Lo acaba de decir Vladimiro en el Foro de Debates de Sochi: “Rusia se protegerá a sí misma y a los rusos, nadie debería hacerse ilusiones”. Los rusos han dicho que escucharán a Donaldo, pero que, al final, harán lo que interese a Rusia, guste o disguste a Donny. La guerra la tiene ganada Rusia y nada hace pensar que Moscú vaya a renunciar a la victoria. Por demás, las guerras tienen dos frentes, el militar y el económico. El militar va muy bien y las tropas rusas avanzan todos los días, mientras los ukronazis retroceden. El económico va mucho mejor. Según el
FMI, la economía rusa crecerá un 3,9%, por encima de la media mundial (3,2%) y con un desempleo del 1,6%, es decir, sin desempleo. La estadounidense crecerá por encima del 2%, lo que se considera una cifra exitosa.
Hay otro frente económico y no el menor. En enero de 2024, el gobierno ukronazi anunció que necesitaría 37.300 millones de dólares de fondos externos para sostener al régimen. Además, debía pagar 18.800 millones de euros de deuda externa, de lo que se libró porque sus acreedores –todos, países atlantistas-, le condonaron el 25% para evitar la suspensión de pagos. La asistencia militar es otro capítulo. Entre enero de 2022 y agosto de 2024, sólo EEUU había entregado 58.600 millones de euros. Una cantidad similar habría salido de las arcas del gallinero europeo. Pero la crisis aprieta. EEUU tendría que endeudarse para mantener el mismo nivel de apoyo y otro tanto tendría que hacer el gallinero. En 2023, Ukraniazi recibió 49.050 millones de euros del atlantismo. Este año 2024 la cifra ha sido de 34.000 millones, o sea, un 30% menos. Alemania ya ha dicho que su aporte baja de 7.500 millones a 4.000 millones de euros. Rusia hace cada día más hondo el agujero: casi toda la red energética e industrial de Kiev es, hoy, ruina y ceniza. El año 2025 se anuncia de bancarrota total, pues, además, las tropas rusas han ocupado las principales minas de carbón de coque, de donde salía el 90% del combustible que alimentaba la decreciente producción industrial ucraniana. ¿Donaldo entregará otros 60.000 millones de dólares a Kiev? ¿Lo hará el gallinero? ¿De dónde sacarían esos fondos? Cuando Donny habla de paz está hablando de dinero. En este embrollo, EEUU podría tener prisa y Rusia no. El tiempo corre a su favor.
IRÁN. Con Donaldo se revivifica el sueño sionista de que EEUU le declare la guerra a la república islámica. Si Donaldo, en su primer mandato, no lo hizo, más crudo tendría querer embarcarse en esa locura en 2025. Irán no sólo es un país más fuerte económica y militarmente que hace ocho años, sino que, con el genocidio sionista en Gaza y la guerra criminal contra Líbano, Israel ha logrado lo nunca visto: agrupar al mundo en su contra, con las excepciones de siempre. La política gringa de 2018 está enterrada. Arabia Saudita restableció relaciones con Irán y le ha invitado (cosa impensable hace poco más de un año) a realizar maniobras navales conjuntas. Los ataques iraníes contra Israel han avisado del poder militar alcanzado por Irán y de que queda poco ya del miedo a EEUU. La Marina estadounidense ni siquiera ha podido derrotar a los revoltosos yemeníes que han cerrado de facto el canal de Suez, sin que Egipto haya hecho la menor protesta pública. El horno está, no para bollos, sino para asar sionistas.
PALESTINA. En este tema da igual quién gane en EEUU. Israel es el perro guardián de los intereses de Washington en la región y cualquier gobierno yanqui lo apoyará cuanto sea y como sea, sin importar su color. No habrá justicia para Palestina hasta que el poder gringo se haya diluido. Esto ya lo hemos explicado en escritos anteriores.
LOS TIEMPOS. Terminaremos con la flecha del tiempo, fatal ley de la Física que nos lleva, sin excepciones, de la cuna a la nada. Donaldo estará cuatro años, cuatro. No más. Poco espacio temporal para la magnitud de las cosas en juego. China y Rusia planifican para décadas. Si, como dice el tango, veinte años son nada, cuatro son menos que nada. Estamos en un conflicto sistémico, global, sin fechas claras. Como acaba de señalar Vladimiro en el Club de Debate de Valdai, “Vivimos en una época de cambios radicales y, en el fondo, revolucionarios. No sólo podemos comprender, sino también ser participantes directos de los procesos extremadamente complejos del primer cuarto del siglo XXI” (para quien quiera ampliar el tema, los libros De Ucrania al Mar de la China -2022- y Multipolaridad y descolonización de Naciones Unidas -2024). En suma, que en cuatro años podrán darse acuerdos, desacuerdos, incluso acomodos, pero el juego es otro. Se trata de desmantelar los monopolios occidentales y establecer la multipolaridad. Eso llevará dos décadas. Si hay suerte, una. Cuatro años dan para dos rounds.
¿TRUMP EL PACIFICADOR? Hace pocos días la prensa estadounidense reportó una llamada de Trump al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, durante la cual le transmitió su voluntad de poner fin a la guerra en Gaza. Nunca, durante su primer periodo presidencial, Trump llamó a Abbas. ¿Cambio de línea? Por edad y por ley, Trump cumplirá su último mandato presidencial. ¿Siente que debe dejar un legado que eleve su nombre por encima de la mediocridad de sus antecesores? Tema incierto, que, de darse, iría contra todo lo que es EEUU. Un país en guerra con el mundo.
Trump es una figura del pasado. La alegría de los extremistas de derecha por su victoria se explica únicamente desde su vergonzante ignorancia del mundo. Viven en el siglo XX y algunos no han salido de las cavernas. El ex asesor de Reagan, Doug Vandow se burla: “Los tontos que dirigen Washington creen que también dirigen el mundo”. Lo que se viene es una avalancha que sepultará a los derechistas occidentales. Dado que, de la izquierda no quedan más que las siglas, la tarea es construir una nueva, la del siglo XXI. Casi todos esos que se dicen de izquierda huelen a naftalina, muchos a cadaverina. Ni China, ni Rusia, ni Irán tienen prisa. La tienen los sionistas y la caspa dominante y gobernante europea. Toda la alharaca montada en torno a Trump es eso, alharaca y angustias de tiempo. Los demás, a tomarnos las cosas con calma. Sentados en un banco cómodo y mullido, con una cálida taza de café, sin angustias ni prisas. Como nos.