JOAN KRAVALL 4 nov 2024
Las devastadoras inundaciones en Valencia evidencian no solo una tragedia humana sino también una serie de fallos sistémicos en la gestión de riesgos y respuesta ante emergencias.
Es necesario poner sobre la mesa la incapacidad de un sistema descentralizado y profundamente influido por los intereses privados para actuar rápida y eficazmente en la protección de las vidas humanas. Este enfoque nos permite establecer una comparación con otros modelos, como el cubano, donde el Estado adopta un enfoque integral y humano frente a emergencias climáticas, priorizando la vida y la seguridad de la población sobre cualquier interés económico o político.
Fallas en la planificación y gestión del riesgo
El desastre en Valencia pone de relieve una alarmante falta de planificación y coordinación. A pesar de la existencia de alertas tempranas y el conocimiento previo sobre la vulnerabilidad de la región a las lluvias torrenciales, la respuesta de las autoridades españolas fue fragmentada y tardía.
Esto puede atribuirse en parte al modelo autonómico de gestión, donde las competencias están divididas entre el gobierno central y las comunidades autónomas. En este caso, dicha división no facilitó una respuesta efectiva, sino que provocó descoordinación e inacción en momentos críticos. Esto contrasta con el enfoque centralizado que países como Cuba han desarrollado, donde la acción inmediata y bien estructurada es prioridad en las emergencias climáticas, precisamente para salvar vidas y minimizar el impacto.
La prevención y la evacuación temprana como derecho humano
En Cuba, frente a la amenaza de huracanes o inundaciones, el sistema de protección civil se activa de inmediato con un plan de acción claro: la evacuación preventiva de comunidades vulnerables. Este modelo no espera a que el desastre toque tierra ni se subordina a cálculos de viabilidad económica. La infraestructura estatal y la movilización de recursos se orientan al cuidado y resguardo de las personas, con una notable cultura de evacuación que implica a toda la comunidad en la prevención de la tragedia. La actuación rápida de las fuerzas de seguridad y la implicación de los ciudadanos en estos planes son componentes cruciales del sistema cubano, que ha demostrado eficacia al mantener bajas tasas de mortalidad incluso ante huracanes de gran magnitud.
En Valencia, la falta de una evacuación coordinada y oportuna dejó a cientos de personas expuestas a una situación que se había anticipado con horas de antelación. La falta de instrucciones claras y de un protocolo riguroso de evacuación muestra cómo un sistema que prioriza la “libertad de decisión” individual o los intereses comerciales tiende a desproteger a la población más vulnerable, dejándola en manos de la improvisación y el caos.
En Valencia el despliegue del ejército y las fuerzas de emergencia llegó después de que el desastre ya estuviera en marcha, reflejando una preparación inadecuada y la falta de una infraestructura estatal sólida para anticiparse a la crisis.
Impacto del modelo capitalista en la gestión del territorio y la infraestructura
Otro factor a considerar es cómo el desarrollo capitalista de la infraestructura ha empeorado la situación de vulnerabilidad en regiones como Valencia. Durante años, la presión del mercado inmobiliario y el turismo masivo han promovido la urbanización excesiva y la construcción en zonas de riesgo sin respetar las advertencias climáticas ni ambientales. Esta urbanización sin control incrementa la impermeabilización del suelo, reduciendo la capacidad de absorción del agua y haciendo que lluvias intensas deriven rápidamente en inundaciones catastróficas.
Cuba, en cambio, enfrenta grandes limitaciones económicas, pero su modelo de desarrollo urbano evita construir en áreas de alto riesgo y prioriza los estudios de impacto ambiental en sus políticas territoriales. Aunque enfrenta desafíos por su propia geografía y las limitaciones del bloqueo, el enfoque cubano demuestra que una economía orientada al bien común puede reducir significativamente el impacto de desastres naturales. La clave está en tratar el acceso a la seguridad y protección como derechos universales, y no como servicios que dependan de la capacidad de pago o de la infraestructura privada.
Es necesario un cambio de paradigma
La catástrofe en Valencia debe servir como una llamada de atención sobre los límites y las fallas del modelo de desarrollo y gestión de emergencias en el marco capitalista. Las vidas perdidas y los bienes destruidos no son solo producto de un fenómeno meteorológico excepcional, sino también de un sistema que prioriza la ganancia, la autonomía fragmentada y la descentralización sin un plan de respaldo sólido en situaciones de crisis. El ejemplo cubano, que coloca la vida y el bienestar de su gente en el centro de su respuesta ante emergencias, demuestra que es posible construir sistemas más justos y eficaces para enfrentar los desastres climáticos. Para lograr un cambio de paradigma en España y otros países, se necesita avanzar hacia un modelo de gestión de riesgos que anteponga el interés colectivo a la competencia política y económica.