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REFLEXIÓN A 80 AÑOS DE LA GRAN GUERRA PATRIA


Isabel Vileya (mayo 2025)

“Liberamos a Europa del fascismo, pero nunca nos perdonarán por ello”.

Mariscal del Ejército Rojo, Georgi Zhúkov. (*)

La Victoria ante el nazifascismo significa una victoria de la humanidad frente a la bestialidad. Esta afirmación rotunda, contra la que nadie en apariencia podría o debería estar en desacuerdo, obviamente dentro de un relativo juicio lógico y una moral correcta, encierra múltiples y transcendentales contradicciones secundarias que es preciso esclarecer.

Uno de los componentes que comparten el nazismo y el fascismo y que sostienen la corporalidad estructural de ambos sistemas, es la omnipresencia del Estado en una forma sobre dimensionada de su dirección individual con características contrapuestas con los modelos de estados burgueses modernos, pero con la clara intencionalidad de encuadrarse dentro del modo de producción capitalista. Pero, dotándolo de una forma de gobierno absoluta, marcial y alejada de otras formas anteriores del Estado Burgués.

Las fórmulas del nazismo y el fascismo son respuestas burguesas a la urgencia de frenar la expansión ideológica del socialismo en el primer cuarto del Siglo XX, en cuanto a la forma de tratar de contener la superación del capitalismo a través de expresiones de violencia extrema contra el individuo y los pueblos. No responde a ideologías concretas o corrientes de pensamiento, sino a la articulación estratégica de diferentes lógicas de dominación amparadas en la necesidad de control de masas y con el objetivo de preservar a la burguesía europea de la amenaza contra el régimen burgués colonial centro-europeo, que había iniciado una carrera armamentista en la que sostener la hegemonía de la clase burguesa y en un intento por resolver las contradicciones internas ínter burguesas.

Recurrentemente, el capitalismo trata de resolver por la vía política las contradicciones a las que está abocado el sistema de producción mercantil. En esos intentos se generan y propenden escenarios de administración del poder burgués diversos, que se alternan y suceden entre períodos de “democracia de contenido social” o “dictaduras de control social”.

Entre estos extremos, se manejan arcos medios de expresiones ambivalentes como pueden ser las monarquías constitucionales, síntesis, que en definitiva su forma de gobierno sólo representa la intensidad del estado en la articulación de las necesidades de la burguesía para sostener el sistema capitalista y su manejo en la contención de las masas para esquivar lucha de clases.

No puede existir la irrupción del nazismo o el fascismo en Europa, si no hubiera existido la amenaza del fin del sistema capitalista, porque en si misma, estas no son la ideología del opresor, son sus “herramientas”. La ideología del opresor es en definitiva, seguir siendo la clase dominante y hacerlo al margen de todo lo que sea necesario, salvo del propio margen de ganancia que es en gran medida lo que le otorga el poder de dominante.

Hitler no fue el monstruo ridículo que la mitología burguesa pretende instalar en el imaginario colectivo. Apenas fue un hombre ridículo y exaltado conveniente para una burguesía que tenía como objeto, entre otras cosas, asegurar dos necesidades: la primera, asegurar un trozo en el pastel colonial del que había sido muy perjudicada por el reparto de la I Guerra Mundial y en segundo lugar, consolidar la expansión comercial de su burguesía en las áreas o sectores de producción principales en los que se habían especializado, no solo Alemania, sino también Austria, Suiza, Holanda, etc. Las ramas de la producción armamentista, de locomoción, energía y pertrechos o las farmacéuticas entre otras, como en la actualidad, necesitaban mercados para sus productos y, entiéndase, que las guerras nacionales e internacionales suponen un fecundo terreno para la producción capitalista de dichas ramas o sectores productivos.

El ingrediente principal del nazismo o el fascismo, es que las masas estén convencidas de que la dirección que imprime la burguesía es en realidad un reflejo de sus intereses; es por ello, que astutamente se recurrió a la xenofobia, a la moralidad conservadora, a la religión, al supremacismo o el nacionalismo, pero no como un fin en si, sino como el vehículo para poder cometer las atrocidades más impactantes solapando el motivo principal: oxigenar a un capitalismo decadente que tenía como contrapunto la emergente sociedad soviética en su construcción del socialismo.

La invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939, no fue nunca un delirio mesiánico del caricaturesco director espiritual de la Alemania Nazi, sino el desesperado intento de las más potentes burguesías mundiales de ganar definitivamente la lucha de clases, obviando que acabar con el estado socialista soviético, no concluye para nada la inevitable e irreconciliable lucha que existe entre la clase opresora y oprimida, en tanto no se resuelva la toma del poder por las mayorías.

La construcción de la sociedad socialista, no solo ponía en riesgo a la burguesía y su régimen mercantil de producción, sino todas las estructuras de poder arrastradas de los anteriores sistemas sociales. A todo ello hay que sumarle, que las estructuras estatales que el socialismo tenía la finalidad de ir extinguiendo a medida que avanzase el desarrollo social del régimen colectivo de propiedad, que suponían para el mundo capitalista occidental la renuncia absoluta a la dominación por la fuerza humana de los pueblos.

La colaboración comunitaria obstruía por agravio comparativo la difusión del relato de superioridad moral de occidente. La dificultad para convencer a las masas de que el sistema socialista no suponía un avance para la humanidad, en cuanto a saltos evolutivos sociales, sino que eran un plus añadido tan insalvable que la urgencia histórica para la burguesía no podía resolverse más que con el enfrentamiento armado y la exposición de la sociedad Soviética al estrés de la guerra para tratar de evidenciar las falencias del socialismo. Era necesario para la burguesía imperialista exponer al pueblo soviético a la calamidad para subyugarlo y para escarmentar a todos lo pueblos que pidieran osar a disputar el poder y ni que hablar de tomárselo. Por esto, es cardinal entender la importancia y el valor de los pueblos soviéticos en la Gran Guerra Patria. El Ejército Rojo, no triunfa unicamente por su preparación o mentalizacion, ni siquiera por su preparación militar, esos son factores importantes, pero lo fundamental es comprender, que frente a las razones económicas de occidente para alentar el auge del fascismo y el nazismo, la URSS, combatió en la II Guerra Mundial por razones netamente ideológicas.

Técnicamente, el Ejército Rojo consigue la superioridad porque se sostiene en la retaguardia más grande y efectiva que existe; que es todo un Pueblo luchando unido, no por un palmo de tierra, sino por una forma de vivir en la que la felicidad del hombre es el centro mismo de todo el sistema.

Lo que se conquistó con la bandera roja sobre el Reichstag, fue la libertad suprema de la humanidad para descartar del mundo la opresión, más allá de que después el desarrollo histórico de los acontecimientos de la URSS nos hayan situado en encrucijadas similares o nos conduzcan actualmente a estos mismos escenarios. En paralelo a la destrucción del capitalismo en su proceso interno, pudo hacerse cargo de desbaratar una de las peores y más cruentas arremetidas del Capital.

A pesar de la tergiversación y la manipulación histórica que pretende borrar el papel del Ejército Rojo de la URSS o de la propia figura de Stalin, es perentorio combatir a como de lugar, la difamación histórica a la que se ha sometido a los protagonistas de este heroico episodio.  Lo injusto en extremo, es que La Unión de República Socialistas Soviéticas en pleno, la practica totalidad de su población participó y sufrió las consecuencias de la Gran Guerra, mujeres, hombres y niños que no peleaban por los intereses de una clase ajena, ni por un pedazo de territorio, ni por una consigna, ni por la cultura o la religión. El Pueblo Soviético se sacrificó por el resto de la humanidad por la necesidad de exorcizar el bestialismo de la vida de los hombres y lo más hermoso, es que a pesar del dolor y contra la basura vertida, ¡vencieron!

(*) Cita y fotografía gentileza de Nelson Gustavo Blanco

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