Isabel Vileya. 5 mayo 2025

VALORES PROLETARIOS
Isabel Vileya
De nuevo un natalicio de Marx obliga a la reflexión y el análisis, y no solo sobre su legado, porque eso es un análisis continuo y constante de todos los que pretendemos ser socialistas y comunistas. A Marx no se le puede seguir mirando como una estatua de bronce. Se debe y se tiene que asumir la necesidad de repetir a Marx en cada uno de los militantes, en cada cuadro revolucionario. Alguno alegara que la obra de Marx y toda su aportación, es la consecuencia de una mente privilegiada y clarividente, visionaria. A riesgo de equivocarme, diré que tal vez la inteligencia de Marx estuviese algo por encima de la media de su época, pero nada que no se haya producido en múltiples ocasiones en millones de individuos a lo largo y ancho del planeta y la historia.
Si Karl Marx tuvo alguna condición especial que lo diferenciara del resto, no fue ni mucho menos una condición biológica o genética, sino una fuerte determinación, disciplina y compromiso. Marx supo entender el privilegio que le otorgaban sus condiciones de vida y aprovechar al máximo la pequeña ventaja que le ofrecía su condición de clase para ajustar las cuentas con el sistema de producción mercantil.
Marx diseccionó su realidad contemporánea con exactitud; armó infinitas y acertadas teorías que convergen en un cuerpo de desarrollo metodológico, que sirve tanto para el diagnostico como para el “remedio”. Marx no describe las transformaciones necesarias conducentes al final de el propio sistema de producción que culminaría con una sociedad sin clases y sin opresión; Marx, junto a Engels, proponen la dialéctica afinada y acabada de Hegel libre de los dogmas repetidos por los primeros materialistas.
El proceso de “purificación” de la dialéctica más primitiva, fecunda en una gran metodología; gracias entre otras cosas a la participación conjunta de Marx y Engels en todo el esclarecimiento de la teoría dialéctica y la decantación de las impurezas o vestigios idealistas de los materialistas precursores de los albores de las concepciones materialistas modernas. El empleo de las leyes y las categorías dialécticas dan cuenta de una conciencia sobre la naturaleza y la propia realidad que afirma la necesidad de un hombre consciente descarnadamente de la verdad de su tiempo. El ser de pensamiento dialéctico, se puede permitir un conocimiento mayor y una mayor conciencia de las verdades absolutas y hasta de las relativas, en tanto el conocimiento de las leyes naturales que operan en todo son ineludibles, y la dialéctica es una especie de piedra de roseta para el esclarecimiento de la verdad. Es por lo que se puede asegurar que por encima del gran aporte de Marx, que este no era un ser humano extraordinario e irrepetible, sino un hombre con un vasto conocimiento producto de sus condiciones de clase, su curiosidad y su determinación por la formación.
La otra gran singularidad de Marx es que, a partir de su estudio e interés por la dialéctica, junto a Engels, llegan a perfeccionarla de tal modo que se convierte en un gran método que permite el análisis -y aquí está la madre del cordero-, de transformarla.
Lo tercero y más importante, es que Marx adquiere conciencia sobre su realidad social y asume el gran compromiso de intervenir en ella y aportar en la tarea de transformarla a “fondo perdido”, a sabiendas de que no verá su obra concluida, pero con la convicción de que el ser humano debe dar un salto cualitativo al comunitarismo y que es un objetivo que hay que empujar firmemente. Marx considera inevitable la caída del capitalismo por sus contradicciones insalvables. Pero no contempla que obligatoriamente la transitorialidad del régimen de apropiación del trabajo ajeno, desemboque en el del trabajo social indefectiblemente , ni que el capitalismo no sea capaz de fagocitar al hombre y el planeta. Más bien Marx, indica que para la pervivencia del humano y el planeta mismo, la existencia del capitalismo, es incompatible y que se trata del compromiso revolucionario de los comunistas la tarea de abolir ese régimen de esclavitud asalariada, la garantía de pervivencia de las especie, de las otras especies y la vida en la tierra.
No existe Marx sin Engels, igual que no existe capitalismo sin la fuerza de trabajo de millones de obreros, proletarios, que hacen mover el engranaje de la maquinaria del capitalismo. Marx y Engels, son un complemento indispensable en el aporte universal del socialismo científico, a diferencia del proletariado y la burguesía que son los dos polos de la contradicción dialéctica magistralmente descrita en toda la obra de los padres del socialismo. La única redención posible para la humanidad, afirma Marx, sólo puede venir del seno del proletariado y de sus fuerzas transformadoras revolucionarias y esto significa, volver al inicio y retomar la idea. No es cantando alabanzas a quien hizo un esfuerzo titánico por iluminar un camino en tinieblas, sino aprovechar que tenemos el candil y multiplicar esos candiles, iluminar autopistas, porque tenemos la herramienta.
Una de las formas mas mezquinas que existen de apartarnos del legado de Marx, es colocarlo en el parnaso de los dioses, otorgarle el estatus de figura irrepetible e inalcanzable y devolvernos a nuestro rincón de hombros caídos y derrotados. Que injusticia más perversa sería desaprovechar las zancadas largas que dieron nuestros predecesores coronándolas con la frustración del mediocre que no se atreve por lo menos a querer emular -aún a riesgo de quedar muy rezagados en el propósito-, a quien tanto se admira. No es que Marx fuese un gigante, no es que se propuso entregar todo o que nosotros somos diminutos, ordinarios y estrechos. No hay prueba más definitiva que los cuadros que han sido llamados a conducir a las masas populares, presuman de ser marxistas y no leyeron jamás a Marx. De ninguna manera, se podría imaginar a Marx y a Engels formando parte de los “Jóvenes Hegelianos” sin conocer minuciosamente la obra y teorías de Hegel hasta el punto de masacrar todos los conceptos, esclarecerlos y reformularlos hasta el perfeccionamiento.
Llegados a este punto, es incuestionable responderse al planteamiento inicial, Marx no poseía cualidades innatas sobrehumanas que determinaron su compromiso, sino todo lo contrario. Marx, producto de su compromiso disciplinó sus acritudes para rendir el máximo servicio a la humanidad porque entendió su rol de individuo respecto de la colectividad. Si hubiera que elegir un apelativo que adornase a Karl Marx, seguiría siendo voluntaria en él y producto de la conciencia sobre si mismo y de la lucha contra su propio ego. Si Marx combatió algo sobre todas las cosas durante toda su vida, eso fue la construcción individualista del sujeto. La búsqueda constante del padre del comunismo fue la humildad.